y tú, ahora, ¿qué comerías?

Hoy he dejado de lado mis cenas monacales y El Héroe del Rol nos ha llevado a Sonia y a mi a cenar a un restaurante nepalés. Servido en unas bandejas metálicas, he arrebañado la lata hasta que no ha quedado ni un grano de arroz. El Héroe y yo hemos repetido de arroz y luego nos hemos metido una pinta entre pecho y espalda en una cervecería de por ahí. Ahora, claro, se me ha puesto un barrigón como un fenómeno.

De mayor seré gorda. Es decir, más gorda. Porque yo no estoy desequilibrada, ni desquiciada, ni tengo ansiedad. Pero la mayor parte del día pienso en comer.

Una de mis preguntas más habituales cuando alguien ha estado en otro país: y allí, ¿qué comen?

Una de mis preguntas más habituales cuando alguien ha ido a un restaurane: ¿y que platos comiste?

La pregunta que me caracteriza, la que hago a cualquier persona a cualquier hora del día, la que cada día le hago a alguien y la que permite intuir que mi destino es el sobrepeso:

¿Y TÚ AHORA QUÉ COMERÍAS?

Me gusta esperar a que la otra persona levante la vista con un hmmmmm y los ojos soñadores mientras se lo piensa y se decide. Me gusta saber la respuesta y pensar si yo también comería eso en ese momento, si coincide con lo que yo había pensado, si no se me había ocurrido en muchos meses que me apetecía comer eso. Me gusta pensar en comida.