dimecres, 30 de juliol del 2008

Que se vayan de una vez

En el trabajo se respira ya el ambiente de vacaciones. Poca gente se queda a comer para continuar trabajando por la tarde, los pasillos están silenciosos, por las tardes están casi todas las puertas cerradas y la pregunta estrella és "¿cuando te vas?". Bueno, y también "¿y qué vas a hacer?".

Yo necesito vacaciones, pero como no puedo hacerlas (me tomaré la revancha en octubre) en su defecto necesito que todos los demás se vayan ya de vacaciones y me quede dueña y señora del aire acondicionado, que no me den más trabajo ni tenga que contestar el teléfono ni baje al comedor y descubra que todos los cuchillos están ocupados. IROS, JODERRR!!

Líquido o en polvo

Cuando me fui de casa de mis padres empecé por reproducir la mayor parte de los hábitos que había visto allí, como el uso de detergente el polvo. No se me ocurrió probar otros. Es como si todo lo que hubiera aprendido ahí fuera la verdad absoluta.

Odio hablar de trabajo durante la comida. Es un vicio muy feo y insalubre que debería estar prohibido. Yo mantengo conversaciones como más marujonas mejor. Fue así como me enteré de que el detergente líquido es más caro pero más efectivo. Un día me lancé al vacío, gasté 9€ y lo probé. Me sentía La Pionera de la familia, porque mi madre nunca lo usó. Casi me podía ver con un machete cortando las lianas en la selva mientras abría un nuevo camino hacia el país de las lavadoras. Bueno, acaso estaba cortando algo parecido a cordones umbilicales.
Las costumbres sólo son eso, acciones que se repiten de manera sistemática, pero con el paso del tiempo se pueden llegar a confundir con verdades universales. Qué peligro.
Experimentar funcionó. No hay más que ver mi camisa blanco nuclear.

Conclusión: no despreciar nunca una conversación por muy prosaico que sea el contenido. Siempre se aprende algo, y tal vez vuestra ropa lo agradezca

diumenge, 27 de juliol del 2008

Remar entre hormigón






















La vida es extraña, eh

dissabte, 26 de juliol del 2008

A deshoras (another one bites the dust)


De pequeña no me pelé mucho las rodillas. Me estaba reservando para cuando cumpliera 31.
Mi nuevo novio con ruedas es muy celoso y no admite que esté mirando o pensando en otras cosas cuando estoy con él. El martes de vuelta a casa salió disparada la luz delantera, me desconcentré un segundo y acabé mordiendo el polvo, con las rodillas peladas y dolor en el brazo por la leche que me metí.

dimecres, 23 de juliol del 2008

It's a dark night


Con una vida gris encajonada entre hormigón y acero, pocas veces puedo ver tanto cielo

dilluns, 21 de juliol del 2008

La zebra (o el jersey gafapasta)






















Las líneas horizontales engordan. Sólo aptas para gafapastas pura sangre.

Cambio de pareja

Este es el motivo por el que he estado semanas sin escribir en el blog. Me he comprado una bicicleta. Mi primera bicicleta es blanca y de baratillo, pero da el pego. La jodida no cabe en el ascensor de mi casa por un par de centímetros, así tiene que dormir en la calle junto a montones de cadáveres de bicis a las que les han robado una rueda, hermanas decapitadas que ya no sirven para nada. Cada mañana me pregunto si ya ha llegado el día en que algún mangui le habrá metido mano.
Supongo que es el efecto novedad, pero de momento es como si me hubiera echado un flamante novio nuevo y me monopolizara en plan macho posesivo, porque estoy con la bici que no cago. Salgo del trabajo 3 o 4 veces para asomarme y verificar que todavía sigue anclada en la puerta. La cojo para ir a comprar a 4 calles de distancia o para quedar con alguien. Además es como si me hubiera salido un novio muy follador, porque me deja cada día hecha caldo. Llevo tantos años sin hacer deporte, echando culo frente al ordenador, que llego al trabajo resoplando sin aliento, sacando el hígado por la boca y sudando la gota gorda.
En esta vida gris que llevo, la llegada de mi novio con ruedas lo ha llenado todo de color. La emoción de poder rodar por la Diagonal con el viento rozando las mejillas, de no tener que aguantar las viejas impertinentes o las personas con higiene deficiente que se hacinan en el autobús, de salir del trabajo a las tantas de la noche y ver que mi novio con ruedas me está esperando pacientemente en la puerta para llevarme a casa en 20'.
Como vea a alguien intentando robarla le corto los huevos.

diumenge, 20 de juliol del 2008

Por culpa del ñacañaca

Viendo que la gente se libraba a todo tipo de excesos, vicios y fornicios, Dios se arrepintió de haber creado al hombre y decidió exterminarlo de la faz de la tierra enviándole un diluvio casi como el de esta primavera: 40 días y 40 noches. Sólo se libraron Noé y família y una pareja de cada especie de todo el bestiario. Podría haber pasado por alto los jodidos insectos.
Se ve que el Arca de Noé tenía 3 pisos y una longitud de 300 codos, que traducido en unidades del sistema internacional no se cuánto es, pero desde luego mucho más que mi casa. Aún así, las bestias más inmundas campan a sus anchas por mi cuchitril como si fuera su hogar. La última adquisición son las oscuras polillas iraníes que me trajo Jerjes como castigo persa y el hermoso polillón de la foto, que encontró cobijo en mi lámpara IKEA 9.95€.

En espera





















Esperando noticias.

divendres, 18 de juliol del 2008

Justicia universal























La primavera se resiste a abandonar el Arca de Noé. Todavía tengo invasiones de hordas bárbaras de moscas, gusanos y polillas, los dos últimos por cortesía de Jerjes. Sus pistachos estaban cargados de furia. Me jodió descubrirlo pero por otro lado me alegró ver que todavía hay justicia universal.

dijous, 3 de juliol del 2008

La Tita Antonia






















Mi recuerdo de la Tita Antonia es el de una señora mayor afable, (mal) teñida de caoba, los labios pintados de rojo chillón y unos pelillos invisibles en el mentón que picaban un poco cuando la besaba. Estaba casada con un señor diabético que no podía comer con sal y parecía formar parte del mobiliario de la casa, porque casi nunca hablaba; era tan soso como el pan sin sal que tenía que comer. Supongo que a su manera se querían. La tita Antonia nunca tuvo hijos y vivió con la familia de su hermano hasta que se casó, ya bastante mayor. Supongo que por eso su sobrino (mi padre) era lo más parecido a un hijo.

Cuando yo era pequeña íbamos a visitarla a menudo a su piso sin ascensor en un pueblucho al lado de un río. Ella se ponía muy contenta; su marido-momia ponía una sonrisa torcida, pero continuaba sin articular palabra. La Tita Antonia siempre nos hacía sentar apresuradamente en un sofá frente a una mesita baja, abría el armario de la cómoda del recibidor y sacaba patatas fritas, aceitunas y una lata de almejas chilenas enormes con una textura gomosa. Entonces me miraba:

Ay, qué bonica! ¿quieres un coca-cola?
-síiiii, pero Tita, se dice una coca-cola, no un coca-cola
Pero para la siguiente visita al cabo de tres semanas ya lo había olvidado, y después de aliñar la lata de machas me preguntaba lo de siempre:
-¿Quieres un coca-cola?

Mi mente infantil estaba un poco desorientada, no podía entender esa equivocación. Coño, yo pensaba que era una palabra femenina porque lo era, y punto, y creía que todo el mundo lo sabía. Pero ese conocimiento no llegó al primer piso del número 3 de la Calle de la Miel de un pueblucho al lado de un río.

Ayer murió la Tita Antonia. Su marido murió hace unos años. Tengo que coger un autobús que me lleve al pueblo donde se hará el funeral. Es un maldito autobús que para en todas las estaciones y a apeaderos y tarda casi 2 horas en llegar. La pobrecita ya no me recibirá con las patatitas y el coca-cola.