
Odio hablar de trabajo durante la comida. Es un vicio muy feo y insalubre que debería estar prohibido. Yo mantengo conversaciones como más marujonas mejor. Fue así como me enteré de que el detergente líquido es más caro pero más efectivo. Un día me lancé al vacío, gasté 9€ y lo probé. Me sentía La Pionera de la familia, porque mi madre nunca lo usó. Casi me podía ver con un machete cortando las lianas en la selva mientras abría un nuevo camino hacia el país de las lavadoras. Bueno, acaso estaba cortando algo parecido a cordones umbilicales. Las costumbres sólo son eso, acciones que se repiten de manera sistemática, pero con el paso del tiempo se pueden llegar a confundir con verdades universales. Qué peligro.
Experimentar funcionó. No hay más que ver mi camisa blanco nuclear.
Conclusión: no despreciar nunca una conversación por muy prosaico que sea el contenido. Siempre se aprende algo, y tal vez vuestra ropa lo agradezca
3 comentaris:
Hoy la que está sembrada eres tú, ¡ja,ja,ja!
Y cierto, hablar de trabajo en la comida es odioso.
especialmente si compartes mesa con el jefe. ¿cómo pueden?
:-)
qué buenos estos ratitos....
un saludo
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