dijous, 3 de juliol del 2008

La Tita Antonia






















Mi recuerdo de la Tita Antonia es el de una señora mayor afable, (mal) teñida de caoba, los labios pintados de rojo chillón y unos pelillos invisibles en el mentón que picaban un poco cuando la besaba. Estaba casada con un señor diabético que no podía comer con sal y parecía formar parte del mobiliario de la casa, porque casi nunca hablaba; era tan soso como el pan sin sal que tenía que comer. Supongo que a su manera se querían. La tita Antonia nunca tuvo hijos y vivió con la familia de su hermano hasta que se casó, ya bastante mayor. Supongo que por eso su sobrino (mi padre) era lo más parecido a un hijo.

Cuando yo era pequeña íbamos a visitarla a menudo a su piso sin ascensor en un pueblucho al lado de un río. Ella se ponía muy contenta; su marido-momia ponía una sonrisa torcida, pero continuaba sin articular palabra. La Tita Antonia siempre nos hacía sentar apresuradamente en un sofá frente a una mesita baja, abría el armario de la cómoda del recibidor y sacaba patatas fritas, aceitunas y una lata de almejas chilenas enormes con una textura gomosa. Entonces me miraba:

Ay, qué bonica! ¿quieres un coca-cola?
-síiiii, pero Tita, se dice una coca-cola, no un coca-cola
Pero para la siguiente visita al cabo de tres semanas ya lo había olvidado, y después de aliñar la lata de machas me preguntaba lo de siempre:
-¿Quieres un coca-cola?

Mi mente infantil estaba un poco desorientada, no podía entender esa equivocación. Coño, yo pensaba que era una palabra femenina porque lo era, y punto, y creía que todo el mundo lo sabía. Pero ese conocimiento no llegó al primer piso del número 3 de la Calle de la Miel de un pueblucho al lado de un río.

Ayer murió la Tita Antonia. Su marido murió hace unos años. Tengo que coger un autobús que me lleve al pueblo donde se hará el funeral. Es un maldito autobús que para en todas las estaciones y a apeaderos y tarda casi 2 horas en llegar. La pobrecita ya no me recibirá con las patatitas y el coca-cola.

1 comentari:

Minerva ha dit...

Vaya, lo siento. ¿No tienes la sensación de que tu infancia queda más lejos?